Con 14 años, Laura llamó a la puerta del Centro Montrull con serias dificultades para el aprendizaje. En aquella primera visita la acompañaba su madre, quien nos contó cómo era el día a día de su hija, tanto en el terreno académico como en su vida personal y familiar. Ya en aquel primer encuentro, su madre lloró desconsolada cuando nos contó que lo más duro para ella era el hecho de no poder mantener una conversación con su hija. “No la entiendo cuando me habla. No entiendo sus explicaciones. Muchas veces no tienen sentido, ni en lo que dice ni en cómo estructura sus razonamientos”.
En la primera evaluación visual que le hicimos, pudimos observar que tenía una miopía muy elevada con una muy mala calidad de la vista. Además, detectamos dificultades acomodativas, binoculares y óculo-motoras. En lo referente a la percepción visual, todas las habilidades estaban muy por debajo de la media y la comunicación viso-auditiva tampoco era la adecuada para su edad. En general, en todas las pruebas obtuvimos resultados muy por debajo de la media.
Después del diagnóstico inicial, Laura empezó a someterse de manera periódica a Terapia Visual. Como en la gran mayoría de casos, empezamos a estimular la parte moto-postural y, una vez esta fase finalizó, comenzamos de lleno a trabajar su sistema visual. La visión periférica fue lo primero que abordamos, seguida de la binocular y la acomodativa. Al mismo tiempo, trabajamos con Laura habilidades tan distintas como la memoria visual, la conexión ínter-hemisférica y la discriminación visual.
De manera progresiva, sus habilidades fueron mejorando al mismo tiempo que sus dificultades para el aprendizaje iban disminuyendo. Estos resultados positivos los íbamos corroborando con cada nueva revisión, pero, si había una mejoría evidente, fue el cambio radical que experimentó el carácter de Laura. De hecho, su madre percibió más este progreso que una mejoría en el terreno académico. “La veo feliz. Mucho más feliz. Esta siempre sonriente y, con lo que más contenta estoy, la entiendo muchísimo más cuando me habla. Ahora podemos tener conversaciones como nunca las habíamos tenido”, nos contaba la madre de Laura.
Obviamente, no nos quedamos aquí. El trabajo con Laura continuó hasta que las mejorías de la Terapia Visual se empezaron a notar en sus resultados académicos. Pero, sin duda, la mejor recompensa que pudimos obtener de todo este trabajo fueron las palabras de Laura. En la última revisión que le hicimos, le graduamos la vista y como era de esperar su cantidad de miopía seguía siendo la misma. Sin embargo, Laura nos dijo que por primera vez en su vida había visto de manera clara, nítida. “No sabía que se podía ver así de bien”, fueron sus palabras al despedirnos aquel día.
Actualmente, sus notas siguen siendo buenas y su rendimiento en los estudios satisfactorio. Con nuestro trabajo y el esfuerzo de Laura conseguimos que, a pesar de mantener sus niveles de agudeza visual, la calidad de su visión mejorara. Pero si hay algo que nos satisfaga personalmente es la mejoría que ha experimentado la relación entre Laura y su madre. Por supuesto, hay síntomas de la adolescencia para los que no tenemos remedios.
Después de leer la historia de Laura, puede que te preguntes si es ahora más inteligente que antes. La respuesta es, simplemente, no. Lo que ocurre es que ahora sabe utilizar sus habilidades y sus sistemas visual y auditivo de manera más eficiente.