En el verano del año 2017, realizamos una ponencia en la Facultad de Magisterio de la Universidad de Alicante sobre el trabajo que realizamos a diario en el centro. A aquella sesión asistió Maite, una profesora murciana que se sintió atraída por la temática que íbamos a tratar. Lo que no sabía ella en ese momento era que lo que estaba aprendiendo en aquella aula iba a cambiarle la vida a Jaime.
Jaime era un niño de 8 años a quien le habían diagnosticado un posible autismo en un centro especializado en Madrid y, sin saber muy bien si fue el azar o la suerte, aquel septiembre terminó siendo alumno en la clase de Maite.
Rendimiento escolar prácticamente nulo, relaciones con el resto de compañeros escasas, umbral de frustración muy bajo, bajas aptitudes para el deporte, dificultad en la transmisión de ideas claras y grandes problemas con la lectura y la escritura eran los obstáculos que Jaime debía sortear diariamente en el aula. Maite observó todos estos síntomas y los relacionó rápidamente con aquella ponencia del curso de verano en la Universidad de Alicante. Acto seguido, se reunió con la madre de Jaime y tuvieron una larga charla sobre la importancia de la parte visual y la parte postural en el aprendizaje. A la semana siguiente, Jaime apareció en el Centro Montrull acompañado por sus padres.
En la primera visita, le realizamos una revisión binocular completa, en la cual establecimos las dificultades visuales que presentaba. Posteriormente, trazamos un plan de trabajo, necesario en cualquier tipo de terapia visual, para corregir las dificultades moto-posturales aún presentes. Acabábamos de dar el primer paso para cambiarle la vida a Jaime.
Ese mismo mes, madre e hijo volvieron a visitarnos. En esta ocasión, realizamos una evaluación completa de los reflejos primarios presentes y un plan personalizado para su corrección. Después de un tiempo trabajando, el resultado que nos encontramos fue el esperado y confirmamos lo que previsiblemente era obvio: su sistema postural necesitaba de un proceso complejo de integración de reflejos primarios y posturales.
Jaime mostraba un comportamiento errático, de difícil control, nula atención, baja tonicidad y, así, un largo listado de disfunciones que fácilmente, en este caso, podían ser confundidas como síntomas del autismo.
A raíz de la evaluación postural y el establecimiento de las dificultades visuales, Jaime empezó con un tratamiento, que consistía en unos movimientos concretos para ir integrando cada uno de los reflejos de forma progresiva. De manera bimensual, acudía a nuestro centro para medir los avances y modificar los ejercicios en función de las mejoras.
El proceso no fue fácil ni para nosotros ni, sobre todo, para Jaime. Las revisiones eran complicadas, pues, a cada paso que dábamos, Jaime intentaba evitar cualquier tipo de ejercicio. Su escaso tono muscular le hacía sufrir bastante en su ejecución diaria. Pero, aun así, estaba dispuesto a seguir adelante. De forma progresiva el duro trabajo comenzó a dar sus frutos y su comportamiento empezó a cambiar, además de mejorar de forma considerable en todos los aspectos académicos
Al final del curso académico 2017/2018, Maite escribió el siguiente comentario en las notas de Jaime:
“Jaime ha tenido un proceso de aprendizaje muy positivo, evolucionando en la adquisición de la lento-escritura acorde a su ritmo y características. Se encuentra mucho más motivado por el aprendizaje, más actitudes de colaboración y participación. Su adaptación al curso a nivel general ha sido positiva. El curso que viene se seguirá reforzando el proceso lector-escritor”.
Ni Jaime ni sus padres se lo podían creer.
El pasado mes de octubre, tuvimos la oportunidad de visitar el colegio público de Jaime en Murcia y charlar con Maite, con la orientadora y con la directora del centro. Todas ellas estaban gratamente sorprendidas por la gran progresión de su alumno. “Difícilmente podíamos imaginar que Jaime llegaría a alcanzar estos niveles académicos”, nos confesó Maite.
Estas pasadas navidades, después de 16 meses de duro trabajo, finalizamos el tratamiento de integración de reflejos primarios. Ello no significó que todo estaba absolutamente corregido, pero sí que gran parte de sus reflejos, aún retenidos o presentes, se habían integrado y que otros, aunque no se corrigieron por completo, se habían minimizado en gran medida. Había terminado la primera etapa del camino que Jaime había empezado a recorrer.
En su última visita, los padres de Jaime nos contaron muy desconcertados que, después de la entrega de notas del trimestre, no habían recibido ninguna citación por parte de la tutora para reunirse con ellos. Eso no había pasado nunca en todos los años que su hijo llevaba estudiando en el centro. Extrañados, decidieron ser ellos los que contactar con Maite. La respuesta que recibieron fue, sin lugar a dudas, extraordinaria:
“A fecha de hoy, tengo otros alumnos que requieren bastante más atención de la que requiere Jaime”.
Actualmente, Jaime sigue su tratamiento en el Centro Montrull. Se sometió a un tratamiento de fototerapia y, ahora, se le está estimulando con Terapia Visual. Los resultados están siendo muy positivos y estamos muy contentos con los avances que Jaime está realizando. Es importante poner en valor el gran esfuerzo que han realizado y siguen realizando sus padres, sin cuyo arduo trabajo, empeño, cariño, entendimiento, comprensión, amor, tesón, paciencia y perseverancia este logro nunca hubiese sido posible.
Y, por supuesto, no olvidemos que esta es la historia de Jaime. Del valiente Jaime, que sigue trabajando día a día para cambiar su vida.
***Todos los nombres en este artículo son ficticios con la intención de proteger la identidad de sus protagonistas.